El sueño de medianoche


Tan tontos son los números,
con sus problemas existenciales,
escondiéndose en palabras,
en siglas, en hojas, en líneas que no se leen,
en partes que nadie sigue,
en lugares que nadie cobija,
en esas piernas ardientes,
en constelaciones que pocos creen ver,
en esa alma resquebrajada
que te causó tan mal parido dolor,
abandonándote en el rencor,
en la desolación, en el vacío de la lluvia
enfrascada sobre la tierra,
abandonándote en el lodo,
refregándote en la cara que no tienes lo que quieres,
y que no dejas tener a quien te quiere,
dejándote ahí, con tus palabras malas,
oscuras, rabiosas como tus labios
muertos de carmín,
en tus ojos entrecerrados
y los sueños en los que te remeces por las noches
sin estrellas,
sueños tan rotos como nuestro pequeño baile,
como nuestro día,
como el sueño que tuve contigo,
como lo que sigues siendo para mí:
mi pequeño sueño de medianoche.




*Por una razón que desconozco, mi querida Rose no guardó el original que había escrito de éste, el cual era mil veces mejor. Espero sólo sea para mejor. Porque éste es el último.

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