Qué daría

Ni la televisión ni la radio

Me quitan este pesar,

Ni el recuerdo de las olas,

Ni el sonido de las sombras

Al caer sobre nuestras camas.

Cómo decir tantas palabras que no

Han de ser nombradas,

Que sólo se deben murmurar

En sueños y pesadillas,

Que sólo se deben murmurar

En una angustiosa lejanía.

Qué daría por volver a sentir

Los árboles y tu voz enclaustrada,

Por volver a sentir tu pelo

Mecerse contra el viento

Al son de las últimas notas

De la mañana.

Qué daría por volver a cantar

Las viejas canciones que me daban alegría.

Qué daría por volver a llamarte

Amiga mía.

Muero y vivo perdido

Perdido en este desierto donde todo es verde, gris, blanco y negro,
Donde vuelan las mariposas libres e incineradas,
Donde la naturaleza vive muerta y putrefacta,
Donde todos mueren felices siguiendo su lánguido ciclo de vida.

Vivo en esas fotografías en sepia,
olfateando los olores a vainilla de esas bien amadas protagonistas,
sintiendo cómo se me estanca la sangre fría por las mañanas,
sabiendo cómo se me pierde la fe en los santuarios de la nada.

Y muero en estos campos de lágrimas,
en estos mares secos de horror,
muero cada noche en las espinas de mi cama.
Muero... simplemente muero de dolor bajo aquellas noches estrelladas.