Indeciso


Ser indeciso, un poco lógico,
cortarle la esperanza de hablar
a algo que no merece ser escuchado,
leído, ni parafraseado.
Con su capa traviesa, juega,
con sus dientes afilados, sonríe,
y no me deja jugar ni escapar,
me tiene atrapado en sus garras
como un pequeño juguete.
Pero supe huir mientras dormía,
mientras creía que soñaba
y trataba de ordenar mis constelaciones.
Entonces tomé mi lápiz,
mis cabeza,
mi rumbo, y partí bajo la lluvia,
bajo esa luna amortajada,
bajo esas estrellas milenarias.
No volveré en años, siglos, ni eones.
No volveré nunca,
y aunque llore y reviente mi corazón,
juro nunca volver a caer en tus garras,
ni en tu capa,
ni en tus infiernos.

Cayendo a pedazos


Cayendo a pedazos en ti,
en tu madriguera de mami buena,
en tus cristales de sales preciosos,
en tu corona dorada sin espinas,
en tus baldosas resbalosas,
en esos árboles tan bien nutridos,
tan bien sobrecargados,
tosiendo, abriendo una última puerta,
antes de mi muerte,
antes de que lo que me queda de vida
se acabe.
Me encanta perder mi tiempo,
sobretodo viendo la vida pasar,
en tus libros,
en tus cuentos,
en tus miles de historias,
en tu madriguera de mami buena.
En tus caídas, fracasos, victorias,
en tus dolencias y esperanzas.
Caigo a pedazos en ti,
caigo a pedazos en la nada,
repartido en todo.
Caigo, caigo, caigo,
y no hay quién me detenga.
por favor, pon tus brazos bajo mi cuerpo,
sostenme, no me dejes caer...
Por favor, no me dejes caer.

¡Desorden!


Sombras y desorden,
sueño que me ahogo de nuevo.
Estás ahí mirando, sonriendo,
sosteniendo aquél libro en la mano,
citando a autores que sólo tú conoces,
y te haces la intelectual llenando aquél
vaso con más agua,
una muerte estilo americana,
tal vez mexicana,
sólo tú sabrás,
porque siempre has sido tú quien me mata
en los sueños, y lo sabes, porque sonríes,
haces un amago tailandés con los dedos
que me indica que estoy ebrio de nuevo,
ebrio de odio y un poco hinchado
de estar tan harto.
Corres las cortinas con una mueca de tus labios
porque sabes que me gustan las chicas caprichosas,
las que juegan a ser malas 24/7,
diciendo siempre que soy lo que más les duele.
Toma un vaso de leche, de agua, lo que sea,
pero deja de comerte mi arroz,
no tendré qué desayunar.
¡Por Dios, qué resaca!
Jamás debo ir a misa de nuevo,
ahí emborrachan a tipos como yo.
Saca los cómics viejos del estante,
deja los nuevos libros de Stephen King,
quema los de Stephanie Meyer.
No me dejes aquí solo con este fantasma de nuevo,
juro que me volveré loco hasta reírme
y se me caigan las muelas.
No sigas haciéndome cosquillas con tus dientes,
y vete, déjame en este humo verde, inerte,
vivo como él solo, como una llama azul,
en esta cama llena de arañas, garrapatas,
toda desordenada.
Sigue con tus autores, tus tonterías,
niñita hueca, hijita de papá, sonrisa bonita.
Déjame morir al lado de estos niños bailarines,
que tanta gracia me hacen con sus gorritos,
sus trajecitos a rayas negras,
perlados por coronas de espinas.
Déjame aquí y verás que volveré a sonreír
de felicidad, no de placer, ahogado entre vino
y dolor, entre tantos años perdidos.
Déjame, déjame, aquí, ahogado entre tanto dolor.

No hay nuevo comienzo


No hay un nuevo comienzo,
no hay otra vida después de esta muerte.
Ya no hay una estrella del norte para nosotros.
Todo eso ha muerto, en ti, en mi,
en ellos, en sus labios.
Quema esto como un ardiente deseo,
y entiérralo como a un hombre muerto,
como un sueño,
como a otro chico llorón.
Entierra esto como a nuestros hijos,
como a tus viejos gatos,
como a tu amado perro.
Termina esto con una sonrisa,
con tu puta y más alegre sonrisa.
Con la misma que usaste para hechizar
a tantos otros mientras hacías de esta tumba
la más profunda de todas.