¡Desorden!


Sombras y desorden,
sueño que me ahogo de nuevo.
Estás ahí mirando, sonriendo,
sosteniendo aquél libro en la mano,
citando a autores que sólo tú conoces,
y te haces la intelectual llenando aquél
vaso con más agua,
una muerte estilo americana,
tal vez mexicana,
sólo tú sabrás,
porque siempre has sido tú quien me mata
en los sueños, y lo sabes, porque sonríes,
haces un amago tailandés con los dedos
que me indica que estoy ebrio de nuevo,
ebrio de odio y un poco hinchado
de estar tan harto.
Corres las cortinas con una mueca de tus labios
porque sabes que me gustan las chicas caprichosas,
las que juegan a ser malas 24/7,
diciendo siempre que soy lo que más les duele.
Toma un vaso de leche, de agua, lo que sea,
pero deja de comerte mi arroz,
no tendré qué desayunar.
¡Por Dios, qué resaca!
Jamás debo ir a misa de nuevo,
ahí emborrachan a tipos como yo.
Saca los cómics viejos del estante,
deja los nuevos libros de Stephen King,
quema los de Stephanie Meyer.
No me dejes aquí solo con este fantasma de nuevo,
juro que me volveré loco hasta reírme
y se me caigan las muelas.
No sigas haciéndome cosquillas con tus dientes,
y vete, déjame en este humo verde, inerte,
vivo como él solo, como una llama azul,
en esta cama llena de arañas, garrapatas,
toda desordenada.
Sigue con tus autores, tus tonterías,
niñita hueca, hijita de papá, sonrisa bonita.
Déjame morir al lado de estos niños bailarines,
que tanta gracia me hacen con sus gorritos,
sus trajecitos a rayas negras,
perlados por coronas de espinas.
Déjame aquí y verás que volveré a sonreír
de felicidad, no de placer, ahogado entre vino
y dolor, entre tantos años perdidos.
Déjame, déjame, aquí, ahogado entre tanto dolor.

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