Terror


Tengo terror de tu mirada,
de tus pulsos,
de mi pulso que me delata y me deja desarmado
frente aquello que se presenta
en tus pupilas y castaños iris.
Tengo terror de tus suspiros,
de tu alicaído y distraído ser,
de tu cuerpo y tus manos,
de ese amor tan tuyo que se torna rabia,
y de esa rabia tan podrida que se torna amor,
como si fuera un degradé oscuro verde gris,
tan atípico como tus cánticos y tus sentimientos.
Tengo terror de tu presencia,
siempre tan perdida, tan errada, tan justa,
tan melancólica, con sus sueños de morir,
de estallar como estalla mi corazón al verte,
de estrellarse contra el mar como un cometa,
exacto como el deseo que lo hagas contra mi pecho,
para apretarte, desgarrarte, protegerte,
tenerte aquí, con tu presencia misteriosa,
con tu voz que me tranquiliza, que me deja intacto,
pero dolorosa como tu partida y el hecho de saber
que es prácticamente imposible
que el momento dure una eternidad, lo preciso,
lo que mi alma quiere,
porque las estrellas reniegan de los deseos que pido
cuando caen.
Porque sé que cuando caen,
tus deseos son para con ese alguien que tanto odias y amas.


Yo sé que no tengo nada que hacer aquí.

Vivimos en la virtud de lo necesario


Vivimos en la virtud de lo necesario,
en mi fantasía y delirio de tenerte en mis brazos,
en palabras que recorren distancias,
en sentimientos que quiebran hielos,
en la luz de tu pecho que entumece
mi cabeza y mis pensamientos.
Vivimos de la libertad coartada por terceros y cuartos,
por el mundo maldito que nos relega
a otras dimensiones,
por tu maldito capricho y tu desgraciado mal querer
que me destina a donde no quiero ser destinado.
No soy más que una cifra, un trozo de aire,
una gota de agua, un pedazo de pasto en tu cabello,
mientras que tú para mi eres una sonrisa, una risa,
un suspiro, un latir descompasado, una mirada fugaz,
un abrazo, un último beso de despedida,
un sueño del que sigo sin querer despertar,
una pequeña mordida, un recuerdo, una foto,
una persona que contesta del otro lado,
que escribe mensajes con vapor en mi ventana,
una persona con constelaciones que jamás serán mías. 

Tu mar, tu lío


Es el mar el que me lleva en sus olas,
el aire el que me arrastra con frío soplar,
tu aroma el que me atormenta con su único y su suave susurrar.
mis ropas están viejas y no tengo
por dónde volver a comenzar.
Estoy hecho un lío y perdí de nuevo mi camino.
Los focos se hicieron pedazos contra mi cabeza,
y mi cara ahora sangra.
No se le puede aullar a la luna
en un estado como éste,
porque estás mal,
porque los animales no deben llorar,
lo animales no sienten,
tal y como me dijiste en tus alaridos,
mientras te estimulaba la idea
de dejar todo atrás,
ser libre y capitana de tu propio barco,
de tu propia y única aventura,
surcando otros mares, conociendo nuevos mundos.
pero sigues buscando tu tormenta,
la de siempre,
la que te aleja de casa.
Quizá tu brújula siempre estuvo mal.
Quizá tu mapa no tiene otro norte que la desdicha.
Quizá sea así porque los dos no somos más
que un par de líos en este mundo.