Tratar de suplicar, tratar de arrepentirse sin ver a los ojos, sin siquiera tomar manos, sin quemarse con el fuego de cigarros. Sin hacer nada de aquello. El hecho de hablar por hablar, de mirar por lo bajo y romper el cielo con las manos. Estallan los cristales y las estrellas y sigues siendo la misma. Nada cambia en ti. Los mismos problemas, los mismos pasados. Ya nada es diferente. Muero en eso, en el perdón impronunciado, en el lamento no llorado, en una puta botella de alcohol entre mis manos. Me arrastro por tus calles, viviendo de tus limosnas, haciéndote creer que me sigues teniendo controlado. Pero todo es mentira. No existe el sol ni el brillo de la luna. Me has fallado. Vete, no te quiero más a mi lado. Me largo de mi hogar, me largo de mis tierras, me largo del mundo. Viviré en otra galaxia sin tu más absoluto recuerdo. Y luego me estrellaré transformado en meteorito contra tu pecho, cuando creas que todo marcha bien, que te has olvidado de mi maldito querer. Volveré y no te miraré a los ojos. Sólo volveré para robar tu olor y tu sonrisa. Lo puedo decir todo diciendo un poco menos que nada. A veces me siento inmortal bajo tu brazo... y otras tantas, en un puto mortal cuando estoy recostado a tu lado.