Prefiero callar mi boca
y no decir más tonteras,
como el “te amo” que te decía ayer,
el “te quiero” después de besarte,
el “estaremos juntos para siempre” después
de hacerlo.
Así que prefiero callar esas
palabras tontas para siempre
y no caer en el mismo error tuyo,
usándolas para joder con otros,
para ser toqueteada por otras manos.
Cállate, entonces, y no me vengas
más con esas mierdas.
No hay cómo creer
en tus palabras sabor a frutillas,
ni tus visiones de un futuro sabor a lúcuma
como en el pasado.
Quédatelas y vete a decírselas a otra persona,
a otra parte de tu alma,
a alguien más que te haya tocado,
antiguo altar sagrado,
ahora oscuro y corrupto
como una vagina gastada y llena de lepra.
Vete y díselas a otro,
que ya no ceo más en ellas,
sucio animal de la calle.