Una mujer que llame la atención

Katherine era una muchacha muy atractiva y genial. Su sola presencia hacía que todos a su alrededor se fijaran en todo lo que ella hacía y decía desde que era pequeña. Era como un ángel del cual nadie podía despegar sus ojos. Sin embargo, a medida que crecía, su interés por el hecho de que más y más individuos se fijaran en su persona también iba creciendo. Al principio, logró que se fijaran en ella contando historias, chistes, anécdotas, actuando en el teatro, tocando algo de guitarra, besándose con chicos, acostándose con ellos; pero aún así, el interés que lograba con esas cosas no le era suficiente. No sabía cómo hacer que más y más gente le prestara la atención que ella quería.
Hasta que un gran día se le ocurrió una maravillosa idea, la cual concretó sin pensarlo dos veces: reemplazó su cabeza por un televisor a color que mostraba al público: partidos de fútbol, teleseries románticas, programas de farándula y shows en donde las mujeres eran denigradas y mostraban sus senos al público como si fuera lo más normal del mundo hacerlo. Katherine sólo tenía que instalarse en lugares concurridos como plazas, malls, tiendas de ropa y sitios de comida rápida a la hora del almuerzo para asegurarse de no pasar desapercibida; y claro, como era de esperar, nunca más pasó desapercibida siempre y cuando mostrara los programas que a la gente le gustaba.
A Katherine, al principio, nunca le gustó mucho la idea de que fuera una de las personas más conocidas dentro de su entorno solamente por su bizarra anatomía y no por lo que ella era en realidad: bonita, atractiva, genial, simpática; sin embargo, después de todo, al pensar en toda la fama que tenía, se decía a sí misma que había valido la pena un poquito de sacrificio, aún cuando había tenido que reemplazar su cabeza por un televisor a color para así llamar más la atención.

La cura

Olvidarme, tratar de curar heridas,
soñar sin tener más pesadillas,
sacar espinas y revivir mis flores marchitas...
No queda otra que seguir bebiendo
de aquel líquido que purifica mi alma dolida.