A
veces es como despertar de nuevo,
respirar
a bocanadas al salir del agua.
A
veces es como soñar en un sueño,
no
querer despertar, no querer moverte.
Es
esperar el beso, ahí, sentado,
pidiéndole
a la estrella fugaz que por fin aparezca,
con
sus piernas exóticas,
con
sus labios de carmín,
con
su mirada perdida y turbulenta,
con
todo su ejército a cuestas.
Es
esperar eso, a veces, esperar sentado,
esperar
la señal, el “partieron”,
el
rezarle a nada, sólo ver cómo pasan las nubes.
A
veces es como sentirse lleno,
a
veces como perder algo.
Es
que me estoy volviendo viejo
y
no quiero tener una casa al lado del mar
ni
una cabaña estilo chilena en el Valle,
a
las faldas de un bosque,
y
tomar té solo, ni tratar de llenar
miles
de páginas en blanco con cosas que no sucedieron.
Te
quiero aquí, hombro con hombro,
y
esperar a que las estrellas se resquebrajen,
que
los árboles del mundo ardan
y
que el mar por fin se intoxique de tanta mierda.
Pero
quiero esperarlo aquí contigo,
con
ese deseo de más que rompe mis frenos,
que
dice que no hay límites,
que
es sólo esperar,
que
es crecer,
que
es ser viejos,
que
es morir juntos,
en
la idea, en la palabra, en la acción,
en
esta guerra que pareciera no tener fin,
pero
que algún día nos dejará tranquilo.
A
veces es así,
a
veces se gana,
a
veces se pierde.
Depende
de nosotros cómo giren los dados,
cómo
sople el viento,
cómo
despertemos el día de mañana,
si
es que morimos, si es que nos salvamos.
Pero
por favor, pase lo que pase,
que
sea contigo al lado.
No
te conozco, porque eres un sueño,
una
pesadilla, un deseo,
un
enigma más en este mundo de misterio.
Podrías
ser luz en la niebla,
podrías
ser un amanecer en la noche,
un
atardecer en un día nublado,
lluvia
en el desierto,
un
aguacero sobre el incendio.
A
veces quiero que estés conmigo,
en
mi hombro, suspirando.
A
veces quiero estar yo
reposando
en el tuyo, pidiéndote
que
adores a la Luna tal como yo lo hago.