Sabía que en algún momento volverías a
comportarte como una estúpida, con tus cosas llamativas y todo eso. Quizá
siempre fuiste así, y nunca cambiaste en realidad. Volverás a tu mundo vacío,
lleno de expresiones que poco peso tendrán en el futuro, llenos de dagas y
dardos, heridas por doquier, aullando por qué la vida siempre es tan mala, por
qué la vida es como es. Volverá lo mismo: otra historia que no se puede
repetir, llena de interludios estúpidos y más gente estúpida; porque a veces la
gente es como un imán para cosas de la misma calaña, como yo también caí,
porque fui (y soy) un estúpido.
Pero
hay cosas que dejan de doler; como cuando te alejan la sal de la herida, y el
limón lo lanzan lejos. Son días con extensiones de semanas, pero son cortos
períodos para grandes cambios; y tú volviste a ser la de siempre: la sonrisa
perfecta, la mujer dura que se muere por dentro, la chica que todos deben
querer por ser una víctima del mundo. Así se juega al pocker, querida; a veces
te quedas sin nada. Y a veces quedarse sin nada, significa cortar el vicio,
cortar el lazo y dejar que las cosas por fin sigan su rumbo. Como deben ser.
Nueva vida. Nueva siembra. Una pena que todo lo que dijiste de tu cambio, se lo
haya llevado el viento. Bueno, siempre supe que sería así. Lo veía en tus ojos,
en tus mensajes y en tu forma de decir “aló”. Es un alivio, una sutileza de la
vida, un cariño de la Luna el estar así. Sentirse fresco, alejado, y
acompañado. Se siente bien. Y me hace reír; reír frente al espejo; reír como
nunca antes lo había hecho. Reír como no lo había hecho en años.
Sigue
con tus estupideces, que a mi ya no me afectan.