Fue
tan eterna la puesta de sol,
que
perdí minutos enteros tratando de despertar.
Fue
ese lánguido latir que llama por vida
el
que me mantuvo en éxtasis fracciones de segundo.
Fue
esa hora crucial
en
que me encomendé a mil santos,
la
que me mantuvo volando al anochecer.
Fue
esa imparcialidad,
esa
sonrisa,
tu
cara,
tus
manos,
el
dulce tacto que sació mi sed.
Fue
esa puesta de sol,
que
pareció tan eterna,
la
que me dijo que podía
seguir
soñando tranquilo.
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